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lunes, 17 de febrero de 2014

Carrera del Cocido, Lalín

Según el matemático Rodríguez el Centro geográfico de Galicia se encuentra situado en la parroquia de Bermés, en Lalín.
El ilustrado lalinense era de Bermés  así que la afirmación podría no ser del todo exacta. De todas maneras no pasa de ser una forma amable de decir que Lalín está en el centro de  la Galicia  profunda, rural y agraria.  Para nosotros, que estamos en una esquina, queda en las quimbambas. 
La fecha y la zona parecían  idóneas  para comerse  un cocido regio. Pero el CAS no es una sociedad gastronómica sino deportiva, así que hubo que encontrar una coartada. 
La 4ª carrera del cocido,  sirvió de disculpa. (Ferias del cocido sin embargo  llevan 46, por si hubiese dudas sobre lo que realmente importa). 
El CAS, con sus mejores galas presentó 21 atletas y 29 comensales. Tampoco creo que haya dudas.
Comentaremos en primer lugar la carrera porque como empecemos por el cocido ya no llegamos.
El tiempo dio una tregua y entre ciclogénesis más o menos explosivas, amaneció un día sin viento, claro y soleado. Ideal para el viaje y la carrera. Hizo frío, que estamos en febrero,  pero sin excesos, y  tampoco vino mal. La carrera era un 10.000, circular, medido con precisión. Recogida de dorsales en los soportales, a cubierto y  ágil. 

Se arrancaba en el polígono cerca del nuevo Concello, se hacían 2,5 km urbanos en ascenso y recorriendo la villa, se bajaba hacia el paseo del rio Pontiñas y por un camino de tierra en aceptable estado se recorría la margen derecha,  se atravesaba el río, (por un puente, no iba a ser a nado)  y se  subía  por la izquierda de iguales características, (en el trayecto se pasaban al menos 6 puentes de madera, resbaladizos por mucha sal que se les hubiese tirado ), acabando en  0,5 km de asfalto, inicialmente, en cuesta corta y dura y luego, suave. Duchas calientes en el Lalín Arena. (Sorprendentes el tamaño y calidad de las instalaciones en una villa de 20.000 habitantes. No sé a qué o a quién se deberán). 
La participación fue aceptable 631 inscritos de los cuales 411 en la categoría  absoluta. A mí, inicialmente, me pareció algo escasa pero los compañeros argumentaron, no sin razón, que Lalín  será el centro de Galicia, pero queda lejos de casi todas partes. El índice de ausencias+abandonos fue del 8%. Razonable. Muy distinto del 25 o 30% que vimos en las gratuitas.  
La organización fue correcta sin más, pero de una carrera de 7 € de coste, se  espera más. La parquedad del regalo conmemorativo, una bolsa fucsia, (a este paso vamos a echar de menos las camisetas ), la no señalización de los kilómetros, lo precario del avituallamiento y lo justito de la bolsa a la llegada, me parecen puntos a mejorar.
Los resultados generales del equipo fueron muy buenos, 8 podios de 21 participantes, Tomás y Mario en alevín, Sara en cadetes, Aroa en infantil e Inés, Montse, Lina y Paco en absoluta.  Los mejores clasificados fueron Alberto en hombres e Inés en mujeres. Se consideró que Alberto  bastante tenía con el mérito por lo que no se le dio trofeo.

La carrera  la viví así : salgo en la parte de atrás del pelotón, como siempre, que así tengo mejor perspectiva, en la subida, me pongo a rebufo de Lina, que me comienza a distanciar en la bajada al río, alrededor del kilómetro 2,5. Iniciamos el camino de tierra y tomo como referencia a Lina y Eliseo que van a unos 150 metros por delante. Me encuentro bien, entendiendo por bien igual de asfixiado que lo habitual. Durante todo el paseo del río los mantengo a la misma distancia, lo que me extraña, porque lo acostumbrado  es el distanciamiento progresivo.

Al cruzar uno de los puentes, un corredor se espatarra en un barrizal justo delante de Eliseo. No creo que le haya puesto la zancadilla. Subimos la pendiente hacia el asfalto, faltan unos 500 metros para la llegada, llega una cuesta fuerte. Me encuentro bien y aprieto. (Hay que entenderlo en sentido laxo y moderado). Cuando acaba lo peor de la cuesta y suaviza, me vienen arcadas. ¡Me he vaciado!. Es curioso, no siento más cansancio de lo habitual, ni me galopa el corazón, ni me asfixio, ni me faltan las fuerzas, pero he llegado a mis modestos límites. (Quien me iba a decir a mí que a mi edad iba a experimentar nuevas sensaciones). A mi lado Alberto grita, ¡levántate!,¡ camina!, ¡sigue!. Yo creyendo que era la solución al problema, obedezco. Ya sabéis la sensación espantosa del vómito irremisible e igual le hubiese hecho caso de haberme dicho que me tirase de cabeza a un charco si creyese que con ello me pasaba. En realidad se refería a que un corredor con el uniforme del CAS llegado al trance de muerte debe afrontarla de pie y de frente y no doblado vomitando en un bordillo. Dado que he tenido la oportunidad de un ensayo sabré afrontarlo en posterior ocasión. Caminé, me recuperé en unos segundos y volví a correr hacia la meta. (Vivo). Y entonces  ocurrió el segundo milagro del día:¡hice podio!. ¡La primera vez que visto la uniformidad del CAS! Doy por bien empleados cuestas, escaleras, farleck y hasta las series de 3.000.
Nada más saber lo del podio, y os puedo asegurar que la sorpresa fue mayúscula, les mandé el mensaje “mirad que campeón” junto  con la foto con el trofeo a mi hijo y a mi hija. Mi hija me felicitó a la vez que me preguntaba qué era lo que  tenía en la mano, mi hijo escuetamente dijo “como serán los otros”. (Por raro que parezca, nos llevamos muy bien).
La que está tan contenta como yo es mi pareja, no se saca la sonrisa de la boca. Al llegar a casa  coloca el trofeo en la habitación en una repisa, para que se vea bien.  Duermo sobresaltado, preguntándome si sabré asimilar  la fama y asumir los  nuevos retos que desde ahora se me exigirán. Despierto y veo la copa, levitando en su pétreo pedestal,  dos metros por encima  de mi cabeza. Me asalta la duda. ¿Y si la sonrisa es porque ha encontrado la forma de convertirse en viuda?.

Finalizado el trámite de la carrera, fuimos a dar buena cuenta del cocido que era en realidad el objetivo verdadero del viaje. No lo celebramos en Lalín, sino en Golada a 15 kilómetros, en  el camino de vuelta. Lo iniciamos puntualmente a las 14:30, según lo convenido. Fuimos recibidos a mesa puesta con unos entrantes para calmar la ansiedad. El pan, como excelente presagio, era un estallido de crujiente cereal. Llenaba la boca de sabores primigenios y la nariz de reminiscencias de la infancia. (A cada uno lo suyo, está plagiado de Proust). Sin dilación llegó el cocido : fuentes de patatas enteras y brillantes, grelos consistentes y blandos a la vez, garbanzos en su punto, chorizo, costilla, cachucha,lacón,  fresco...Y en cantidades que recordaba la multiplicación de los panes y los peces. (Correr corren, pero comer comen ¡eh!). El vino mezcla de Tempranillo y Garnacha, consistente, adecuado a la dieta y embotellado en Betanzos, para que todo quede en casa. El evento tuvo lugar en "La Residencia de la tercera edad" y no es broma. Por afinidad cronológica, Jose Manuel y yo nos sentamos juntos. En algún momento creo que pensamos que, al igual que los enfermos  que son engañados, el acto era en realidad una comida de despedida e íbamos a quedar ingresados. Finalmente no fue así. O ya no era  así de comienzo o se arrepintieron. La charla fué animadísima y salvo tangencialmente no se habló de carreras. (Este club es, afortunadamente, rarísimo). Acabada la carne, que fué de regreso en mayor cantidad de la que se consumió, (que lástima de tuper), llegó el postre, quesos con membrillo. Uno de ellos, curado en pimentón picante, que no sabía ni que existía, me pareció excelente.Luego filloas recién hechas y calentitas. (Quesos y filloas eran como para el doble de comensales, pero quedaron temblando. No se si ya había comentado que estos comen ¡eh!). Café de pota y orujo pusieron el broche final.

Los chavales como si no existiesen, muy distintos de lo que se suele ver y sufrir. Parece claro que el deporte es excelente para la educación. Quizá ayudase algo el que comiesen en mesa aparte y en  comedor aparte.
Para concluir paseo en amor y compañía para visitar "Os pendellos", excelente muestra de arquitectura popular. Recinto ferial de origen medieval muy bien restaurado. Carlos como anfitrión y muñidor, se ha superado a si mismo. 

Como en toda fiesta, siempre hay quien está dispuesto a fastidiarla y le pone pegas; La madre del cerdo anda diciendo por ahí que somos unos caníbales.

Paolo Zimermam




                                                                                                           

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