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Así que tras seis meses de entrenamientos, la suerte está
echada y llegó el gran día. El domingo 19 de abril amaneció con temperatura
suave, cubierto y con viento en calma. Muy favorable. Todo el mundo me había
advertido de lo duro del empeño, la
necesidad de hidratarse y comer durante la carrera. La charla de Natalia sobre
alimentación, muy ilustrativa, me concienció de algunos errores. (No de
evitarlos). Su demonización del
vino, quesos grasos y embutidos, confirmó mi sospecha de pertenecer a una
secta y aún temo que de las peligrosas. Incluso compré un cinturón con soporte
para hidratación y alimentación. No lo usé por vergüenza y por estética .
Estrenaba en carrera el nuevo uniforme, que me queda de cine y el cinturón lo
deslucía.
Resumiendo, consiguieron acojonarme y aún creo que resultó favorable
para llegar a término.
Salíamos a las 8:30, así que desayuné tres horas antes, como
me recomendaron.( A las 7:15 y ya me pareció bastante madrugar ). Aparqué en un
subterráneo. La organización consiguió un descuento del 30% en el precio, para
los participantes. El parking elegido, resultó que era de los que no tenían
descuento. (¡No hay como la experiencia!). Casi 10€ más me costó derrengarme.
Antes de la carrera compré el pan y el periódico, un rito
personal, que considero buen presagio.
(No soy supersticioso, pero no hay que tentar la suerte). Pude observar a las
gaviotas dándose un festín con los restos de la fiesta de la noche anterior,
que embadurnaban ampliamente las calles. Siempre me causará asombro la
asociación entre fiesta y guarrada. Tan querida. Tan hispana. (Y, en limpieza,
los corredores tampoco salimos demasiado bien parados). Con tanto prolegómeno,
llegué tarde a la foto, con lo que quedó
deslucida. Antes de la salida Fernando, me vuelve a recordar la necesidad de
dosificarse, beber e hidratarse. (“E dalle muiño”).
Salimos en punto, en un grupo con Fede, Grinch, Nacho, y
otros. Al poco me advierten de que vamos cerca del globo de 3h:45, no importa,
es cuesta abajo suave, estamos empezando y el globo se aleja lentamente. Primer
km 5:30. Hay que disminuir. Me quedo con Nacho y en el km dos, nos alcanzan y
sobrepasan Pilar y Carmen. Nacho me da uno de esos consejos salvadores, que
hacen por un buen resultado, tanto como los entrenamientos. “Únete a ellas. Son
un valor seguro”. Lo hago, y convertidos en trío de hecho, iniciamos una
relación duradera y estable. Tres “ forerunner” implacables controlan tiempos y
kilómetros. Vamos rápido. Vamos lento. Estamos cerca del km…, Hay que tomar un
gel..….Un contento, además de sectarios, obsesivos.
Al finalizar, en lugar de
ir al fisio, voy a tener que ir al psiquiatra. En el km 10, nos pasa la liebre
de 4h, que resulta irreconocible, porque ha perdido el globo. Dejarlo ir, va
demasiado rápido, ordena Pilar, y no nos queda más remedio que obedecer. Vamos
muy bien, muy sueltos. ¡ Bah! pienso, la maratón no es para tanto. Durante el
recorrido, se charla, se saludan compañeros, se anima, te animan y se
reflexiona. Yo, por ejemplo, pienso durante un buen trecho sobre resistencia de
materiales : muchachas de pechos escasos, no por ello menos hermosos, llevan
tiras de sujetador enormes, mientras que naturalezas generosas, no por ello más
deseables, son contenidos por tiras mínimas. Y, como avanza la ciencia, en
ambos casos, cumplen eficazmente el control del bamboleo. Las carreras en las
que se cruzan los participantes ofrecen un campo óptimo para la observación
científica.
En el km 16 abandono
el redil y me adelanto. Observo la expresión de disgusto en las niñas. Al
amparo de una parada de autobús, tras comprobar que nadie puede ver,
desahogo aguas menores. La manguerita,
que nunca ha sido de exposición, presenta un estado lamentable en tamaño y prestancia.
Me oculto aún más y confirmo preocupado
que nadie me haya visto. De acuerdo, con las indicaciones de la charla de
Natalia, miro el color de la orina, que es escasa y concentrada. El cuerpo está
ahorrando agua. ¡Bien!¿ y que?. (Seremos una secta de pervertidos
contempladores de orina). Las vuelvo a alcanzar. Respiramos aliviados. En mi
caso, triplemente : por el reagrupamiento, el alivio hídrico y porque vaya
tapada.
La vuelta uno y dos, transcurren con escaso público. Pero no
con poca animación, que nos alentamos unos a otros, habiendo además varios grupos musicales. Al pasar frente a un
conjunto, se enardecen y atronan el aire. ”Cuan gritan estos malditos…”, pienso
poéticamente. Asi llegamos a la media maratón en 2h01. Vamos muy bien, muy
enteros. Es el mismo tiempo que en Vigo, pero en un estado infinitamente mejor.
Sonará raro, pero el fracaso de la Vig-Bay, está posibilitando, el presente
resultado. Ya solo queda otra media maratón y listo. Al final la maratón no es
para tanto.
Así enlazamos hacia Riazor, en donde hay numerosos
compañeros que han participado en el 10.000 y animan desaforadamente. (72 ) No
os podéis imaginar lo que ayuda, (bueno en realidad sí, que todos estamos en un
lado y otro, alternativamente). Sigo al pie de la letra lo de beber y
alimentarse. En TODAS las mesas, bebo isotónica, (me toca siempre azul, pero me
lo bebo igual, me imagino que la
organización lo habrá hecho para disminuir el consumo), medio plátano y un
trozo de naranja. La botella de agua, la llevo hasta que la consumo totalmente,
aproximadamente 1 km. El recorrido queda hecho un basurero. (Lo de los
contenedores es mejorable). Calculo ; solo en agua : 8 mesas por botella de 300
ml, casi 2,5 litros. ¡Y lo demás!. Debo
de ser uno de los pocos maratonianos que engorda durante la carrera. La maratón
da para muchas cavilaciones.
Entre el km 25 y el 30, la coordinación cuasi militar que
llevábamos empieza a romperse, uno se adelanta, otro se atrasa, luego nos
reagrupamos en los avituallamientos. La carrera empieza a hacerse larga y
comienzo a notar la fatiga. Me empiezan a molestar las piernas y a dolerme los pies. La animación cambia en este tramo,
mucho público, gritos de aliento, dos puntos con Zumba, (que la verdad, ganas
tuve de quedarme con ellos) y un grupo haciendo capoeira. (Hasta en perversión hay
quien gane).
Del 30 al 35, el
grupo se disgrega. Es tremendo lo que falta, la fatiga es intensa, se corre por
inercia y aún quedan muchos kilometros. Pero quien me metió en este lío. Me
duelen las piernas y los pies. Noto la boca seca. Va a resultar que he bebido
poco. ¿Cómo no me avisaron de que era tan duro?. Me cago en Filipides,
Coubertin, el club, los que me metieron en esto, los que organizan maratones y
todo el/lo que quede a mano.
A partir del 35, es
un sálvese quien pueda. Quedan 7 km. Ya no se puede fallar. Si llega a hacer
calor sería una masacre. Venga, que se te ve muy entero, me anima un grupo.
¡Dios les conserve el oído, que la vista ya no tiene remedio!. Luego, viendo la
clasificación, resulta que fui mejorando
puestos, lo que quiere decir que otros aún iban peor que yo. (A todo hay quien
gane). Ya no hay cavilaciones, ni pechitos, ni entusiasmo. Solo queda una única
obsesión, llegar. Acabar y no volver a otra en la vida.
Sin saber cómo, llegamos al vallado de la calle Real, en donde animan
entusiásticamente. Es la primera vez en mi vida, que percibo, que dicha calle
es cuesta arriba. ¡Nos ponen el final en cuesta!. Dicen que aproximarse a la llegada es emocionante, que te llena de felicidad, de
alegría. Que hay quien rompe a llorar de
satisfacción. A mí la llegada me parece, simplemente, lejos. Llego, llego al
fin a María Pita. Contemplo 4h08.
¡Maldita sea, en la siguiente bajo de 4 h!
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