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viernes, 24 de abril de 2015

Crónica de la Maratón de A Coruña. (Queríais crónica; sus vais a cagal). Parte II

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Así que tras seis meses de entrenamientos, la suerte está echada y llegó el gran día. El domingo 19 de abril amaneció con temperatura suave, cubierto y con viento en calma. Muy favorable. Todo el mundo me había advertido de lo duro del  empeño, la necesidad de hidratarse y comer durante la carrera. La charla de Natalia sobre alimentación, muy ilustrativa,   me concienció de algunos errores. (No de evitarlos).  Su demonización del vino,  quesos grasos y embutidos,  confirmó mi sospecha de pertenecer a una secta y aún temo que de las peligrosas. Incluso compré un cinturón con soporte para hidratación y alimentación. No lo usé por vergüenza y por estética . 
Estrenaba en carrera el nuevo uniforme, que me queda de cine y el cinturón lo deslucía. 

Resumiendo, consiguieron acojonarme y aún creo que resultó favorable para llegar a término.
Salíamos a las 8:30, así que desayuné tres horas antes, como me recomendaron.( A las 7:15 y ya me pareció bastante madrugar ). Aparqué en un subterráneo. La organización consiguió un descuento del 30% en el precio, para los participantes. El parking elegido, resultó que era de los que no tenían descuento. (¡No hay como la experiencia!). Casi 10€ más me costó derrengarme.
Antes de la carrera compré el pan y el periódico, un rito personal, que considero  buen presagio. (No soy supersticioso, pero no hay que tentar la suerte). Pude observar a las gaviotas dándose un festín con los restos de la fiesta de la noche anterior, que embadurnaban ampliamente las calles. Siempre me causará asombro la asociación entre fiesta y guarrada. Tan querida. Tan hispana. (Y, en limpieza, los corredores tampoco salimos demasiado bien parados). Con tanto prolegómeno, llegué tarde a la foto, con lo que  quedó deslucida. Antes de la salida Fernando, me vuelve a recordar la necesidad de dosificarse, beber e hidratarse. (“E dalle muiño”).
Salimos en punto, en un grupo con Fede, Grinch, Nacho, y otros. Al poco me advierten de que vamos cerca del globo de 3h:45, no importa, es cuesta abajo suave, estamos empezando y el globo se aleja lentamente. Primer km 5:30. Hay que disminuir. Me quedo con Nacho y en el km dos, nos alcanzan y sobrepasan Pilar y Carmen. Nacho me da uno de esos consejos salvadores, que hacen por un buen resultado, tanto como los entrenamientos. “Únete a ellas. Son un valor seguro”. Lo hago, y convertidos en trío de hecho, iniciamos una relación duradera y estable. Tres “ forerunner” implacables controlan tiempos y kilómetros. Vamos rápido. Vamos lento. Estamos cerca del km…, Hay que tomar un gel..….Un contento, además de sectarios, obsesivos. 


Al finalizar, en lugar de ir al fisio, voy a tener que ir al psiquiatra. En el km 10, nos pasa la liebre de 4h, que resulta irreconocible, porque ha perdido el globo. Dejarlo ir, va demasiado rápido, ordena Pilar, y no nos queda más remedio que obedecer. Vamos muy bien, muy sueltos. ¡ Bah! pienso, la maratón no es para tanto. Durante el recorrido, se charla, se saludan compañeros, se anima, te animan y se reflexiona. Yo, por ejemplo, pienso durante un buen trecho sobre resistencia de materiales : muchachas de pechos escasos, no por ello menos hermosos, llevan tiras de sujetador enormes, mientras que naturalezas generosas, no por ello más deseables, son contenidos por tiras mínimas. Y, como avanza la ciencia, en ambos casos, cumplen eficazmente el control del bamboleo. Las carreras en las que se cruzan los participantes ofrecen un campo óptimo para la observación científica.
 En el km 16 abandono el redil y me adelanto. Observo la expresión de disgusto en las niñas. Al amparo de una parada de autobús, tras comprobar que nadie puede ver, desahogo  aguas menores. La manguerita, que nunca ha sido de exposición, presenta un estado lamentable en tamaño y prestancia. Me oculto aún más y  confirmo preocupado que nadie me haya visto. De acuerdo, con las indicaciones de la charla de Natalia, miro el color de la orina, que es escasa y concentrada. El cuerpo está ahorrando agua. ¡Bien!¿ y que?. (Seremos una secta de pervertidos contempladores de orina). Las vuelvo a alcanzar. Respiramos aliviados. En mi caso, triplemente : por el reagrupamiento, el alivio hídrico y porque vaya tapada.
La vuelta uno y dos, transcurren con escaso público. Pero no con poca animación, que nos alentamos unos a otros, habiendo además varios  grupos musicales. Al pasar frente a un conjunto, se enardecen y atronan el aire. ”Cuan gritan estos malditos…”, pienso poéticamente. Asi llegamos a la media maratón en 2h01. Vamos muy bien, muy enteros. Es el mismo tiempo que en Vigo, pero en un estado infinitamente mejor. Sonará raro, pero el fracaso de la Vig-Bay, está posibilitando, el presente resultado. Ya solo queda otra media maratón y listo. Al final la maratón no es para tanto.
Así enlazamos hacia Riazor, en donde hay numerosos compañeros que han participado en el 10.000 y animan desaforadamente. (72 ) No os podéis imaginar lo que ayuda, (bueno en realidad sí, que todos estamos en un lado y otro, alternativamente). Sigo al pie de la letra lo de beber y alimentarse. En TODAS las mesas, bebo isotónica, (me toca siempre azul, pero me lo bebo igual,  me imagino que la organización lo habrá hecho para disminuir el consumo), medio plátano y un trozo de naranja. La botella de agua, la llevo hasta que la consumo totalmente, aproximadamente 1 km. El recorrido queda hecho un basurero. (Lo de los contenedores es mejorable). Calculo ; solo en agua : 8 mesas por botella de 300 ml, casi 2,5 litros. ¡Y lo demás!.  Debo de ser uno de los pocos maratonianos que engorda durante la carrera. La maratón da para muchas cavilaciones.
Entre el km 25 y el 30, la coordinación cuasi militar que llevábamos empieza a romperse, uno se adelanta, otro se atrasa, luego nos reagrupamos en los avituallamientos. La carrera empieza a hacerse larga y comienzo a notar la fatiga. Me empiezan a molestar las piernas y a dolerme  los pies. La animación cambia en este tramo, mucho público, gritos de aliento, dos puntos con Zumba, (que la verdad, ganas tuve de quedarme con ellos) y un grupo  haciendo capoeira. (Hasta en perversión hay quien gane).
 Del 30 al 35, el grupo se disgrega. Es tremendo lo que falta, la fatiga es intensa, se corre por inercia y aún quedan muchos kilometros. Pero quien me metió en este lío. Me duelen las piernas y los pies. Noto la boca seca. Va a resultar que he bebido poco. ¿Cómo no me avisaron de que era tan duro?. Me cago en Filipides, Coubertin, el club, los que me metieron en esto, los que organizan maratones y todo el/lo que  quede a mano.
 A partir del 35, es un sálvese quien pueda. Quedan 7 km. Ya no se puede fallar. Si llega a hacer calor sería una masacre. Venga, que se te ve muy entero, me anima un grupo. ¡Dios les conserve el oído, que la vista ya no tiene remedio!. Luego, viendo la clasificación, resulta que  fui mejorando puestos, lo que quiere decir que otros aún iban peor que yo. (A todo hay quien gane). Ya no hay cavilaciones, ni pechitos, ni entusiasmo. Solo queda una única obsesión, llegar. Acabar y no volver a otra en la vida.
Sin saber cómo, llegamos al vallado de  la calle Real, en donde animan entusiásticamente. Es la primera vez en mi vida, que percibo, que dicha calle es cuesta arriba. ¡Nos ponen el final en cuesta!.  Dicen que  aproximarse a la llegada  es emocionante, que te llena de felicidad, de alegría.  Que hay quien rompe a llorar de satisfacción. A mí la llegada me parece, simplemente, lejos. Llego, llego al fin a María Pita. Contemplo 4h08.

¡Maldita sea, en la siguiente bajo de 4 h!


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