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martes, 29 de abril de 2014

Cronica 1 Coruña42- 10.000

Los 10.000 de LA CORU.  27/04/2014
Uno necesita calentar bastante para las carreras supersónicas. Trotaba despacito desde la entrada de la ciudad hacia María Pita para reunirme con algunos compañeros del trabajo y hacernos el selfie  de rigor antes del 10.000. No iba muy sobrado de tiempo y cada veinticinco metros la carrerita se interrumpía con una parada para saludar. El primero, un antiguo compañero de estudios: “No sabía que corrías… bla, bla … Juan Carlos se fue a Tenerife a trabajar…bla, bla …  el otro que vino de Zaragoza… bla, bla”.  Continúo trotando unos segundos más y aparace un compañero del CAS: “… cuarenta y no sé cuantos minutos… bla, bla… molestias en no sé donde…”. Diez metros más allá, topo de frente con un vecino de mi antiguo barrio: “el médico me mandó hacer ejercicio y poco a poco….bla, bla.. que tal tus padres... puff…”. Más alla otro del CAS: “ … de más a menos o de menos a más… bla, bla… me pasa como en la Behovia… bla, bla...” . De repente, el dueño del quiosco: “meu fillo anda por aquí facendo o maratón… bla, bla… deulle por correr…”.  Y luego otro más del CAS: “ …no sé si dejarme la camiseta por debajo… bla, bla…”. El hermano de una exnovia “...te acuerdas cuando corríamos por la torre en el 92… bla, bla…”. Y otro más del CAS: … a partir del 7 empezaré a tirar lo que me quede… Ya en Puerta Real quedaban tres minutos para salir. Al carajo el selfie.  “al menos estirar un poco”:  me digo.  Noto un toquecito en la espalda. ¡Coño, cuánto tiempo! Era Miguel, un antiguo profesor : “ … es bueno para el cuerpo y para le alma, esto de correr… bla, bla… “ Nos colocamos por el medio de los corredores durante la cháchara y la carrera comenzó.  Allí delante dos del CAS… más adelante aún otra más del CAS… a la izquierda, en la acera, varios niños animaban a su madre junto a unos señores del CAS de abrigos azules.  Enseguida se fue haciendo el silencio, apareció el sonido de la respiración y comenzamos a avanzar cada vez más rápidos.  Un rato después en María Pita continuábamos las conversaciones interrumpidas con unos y otros. Con los del CAS y con los demás. Ahora con agua, bollito de pan, plátanos… No parecía haber nadie triste ni preocupado ni atormentado, ni atolondrado, ni contrariado…   Todavía no sé muy bien qué responder cuando me preguntan: ¿Por qué sigues corriendo?

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