Uno necesita calentar bastante para las carreras supersónicas.
Trotaba despacito desde la entrada de la ciudad hacia María Pita para reunirme con
algunos compañeros del trabajo y hacernos el selfie de rigor antes del
10.000. No iba muy sobrado de tiempo y cada veinticinco metros la carrerita se
interrumpía con una parada para saludar. El primero, un antiguo compañero de
estudios: “No sabía que corrías… bla, bla … Juan Carlos se fue a Tenerife a
trabajar…bla, bla … el otro que vino de
Zaragoza… bla, bla”. Continúo trotando
unos segundos más y aparace un compañero del CAS: “… cuarenta y no sé cuantos
minutos… bla, bla… molestias en no sé donde…”. Diez metros más allá, topo de
frente con un vecino de mi antiguo barrio: “el médico me mandó hacer ejercicio y
poco a poco….bla, bla.. que tal tus padres... puff…”. Más alla otro del CAS: “ …
de más a menos o de menos a más… bla, bla… me pasa como en la Behovia… bla, bla...”
. De repente, el dueño del quiosco: “meu fillo anda por aquí facendo o maratón…
bla, bla… deulle por correr…”. Y luego otro
más del CAS: “ …no sé si dejarme la camiseta por debajo… bla, bla…”. El hermano
de una exnovia “...te acuerdas cuando corríamos por la torre en el 92… bla, bla…”.
Y otro más del CAS: … a partir del 7 empezaré a tirar lo que me quede… Ya en
Puerta Real quedaban tres minutos para salir. Al carajo el selfie. “al menos estirar un
poco”: me digo. Noto un toquecito en la espalda. ¡Coño, cuánto
tiempo! Era Miguel, un antiguo profesor : “ … es bueno para el cuerpo y para le
alma, esto de correr… bla, bla… “ Nos colocamos por el medio de los corredores
durante la cháchara y la carrera comenzó.
Allí delante dos del CAS… más adelante aún otra más del CAS… a la izquierda,
en la acera, varios niños animaban a su madre junto a unos señores del CAS de
abrigos azules. Enseguida se fue
haciendo el silencio, apareció el sonido de la respiración y comenzamos a
avanzar cada vez más rápidos. Un rato
después en María Pita continuábamos las conversaciones interrumpidas con unos y
otros. Con los del CAS y con los demás. Ahora con agua, bollito de pan, plátanos…
No parecía haber nadie triste ni preocupado ni atormentado, ni atolondrado, ni contrariado…
Todavía no sé muy bien qué
responder cuando me preguntan: ¿Por qué sigues corriendo?
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